#CDMA: Te amo, pero odio tus celos

#CuestiónDeAmor | Anjo responde las preguntas de los lectores

La propiedad privada se define como el derecho o facultad de poseer algo. Se aplica a los bienes que, a diferencia de los públicos, le pertenecen a un individuo o consorcio de algún tipo. A veces, los seres humanos olvidamos que la esclavitud se abolió hace casi setenta años y creemos que las relaciones que entablamos nos dan un derecho de posesión sobre la otra persona.

Es un lugar común decir que los celos son un problema de falta de seguridad. Hay que ir un paso antes: los celos surgen de una falta de respeto.

“Mi pareja es muy celosa, hasta el punto en que no he podido continuar con la relación, porque ya la he terminado en varias oportunidades”, escribió William a este espacio. Como muchos hombres y mujeres —los celos no hacen distinción de género—, la única opción que encuentra este lector es poner fin al idilio. Ni siquiera las virtudes de su cónyuge alcanzan a contrarrestar su malestar: “[Ella] vale mucho como persona y es especial, pero siento rabia cuando empieza a decir cosas que no son ciertas, me da un dolor en el pecho… y comienzo a pensar en terminar”.

Cuando una persona no le ha dado razones a su pareja para sentir celos, sufre una terrible frustración, pues su inocencia queda sepultada por un alud de suposiciones, dudas, interrogatorios y afirmaciones infundadas. “Me porto bien, añade William, salgo del trabajo a la casa y de la casa al trabajo. No he vuelto a salir, pasear, compartir con amigos, inclusive hasta voy poco donde mis hermanos, porque cuando voy a realizar estas actividades le entra un desconfianza y comienza —otra vez— a llenarse la copa de motivos.”

Relaciones como ésta se asemejan a un mal trabajo. No importa qué haga el empleado para destacar y cumplir con sus obligaciones, su esfuerzo nunca será reconocido, mucho menos premiado por sus superiores. De hecho, así lo expresa William: “Hago todo lo anterior para evitar que se disguste o piense mal de mí, pero veo que sigue en lo mismo y hasta me ha creado relaciones con supuestas compañeras de trabajo. No sé que más hacer para que me tenga confianza, porque en sí me he portado muy bien y le soy fiel.”

Lo que William y cualquier otra persona que sufre una situación similar deben saber es que los celos son una enfermedad. La Organización Mundial de la Salud cataloga a la celopatía como un trastorno delirante serio, derivado de una psicosis. Quien lo padece no distingue entre lo que es real y lo que se está imaginando. En el caso del lector, no solo él sufre por los celos, sino también su novia. Es necesario entender que ella está segura de lo que percibe y aunque parezca paradójico, hay que tratarla con compasión.

Lo curioso de los padecimientos mentales es que no los atendemos como sí lo haríamos con una gripe común. Al primer estornudo, corremos despavoridos con el médico para que nos recete un medicamento. En cambio, si el achaque se origina en la mente, lo dejamos pasar y creemos que desaparecerá con el tiempo. Pensamos que se puede resolver hablando o modificando un comportamiento, cuando en realidad es tarea para un especialista.

William podría pedirle a su novia que trate su problema con un terapeuta. Y si ella no lo hace, lo más recomendable sería terminar la relación definitivamente. Porque la mejor forma de dejar de ser la víctima de un celópata es no volver a darle pretextos que lo hagan dudar.

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