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La curiosa historia del pequeño pueblo almeriense que declaró la guerra a Francia

Numerosísimos han sido los conflictos bélicos de todo tipo que han tenido lugar a lo largo de la Historia. Algunos devastadores y con millones de víctimas, otros que han durado varios siglos, los ha habido en los que no se ha disparado ni un solo tiro y también declaraciones de guerra que hoy en día serían incomprensibles o estarían consideradas como absurdas.

Entre ese maremágnum de conflictos encontramos uno que destaca por ser de los más curiosos que ha habido: la declaración de guerra por parte de Líjar (un pequeño pueblo almeriense, de poco más de 300 casas, situado en el Valle del Almanzora) a la todopoderosa Francia y cuyo motivo fue por un arrebato de orgullo patrio.

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Los hechos y razones fueron los siguientes…

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En septiembre de 1883 el rey Alfonso XII inició un viaje que lo llevaría a visitar varias capitales europeas, cuyo itinerario fue: París, Múnich, Estrasburgo, Viena, Berlín, Frankfurt, Hamburgo, Bruselas y de nuevo a París.

Durante su periplo europeo el rey fue recibido y agasajado tanto por las autoridades que lo recibieron como por sus ciudadanos, pero tras iniciar el viaje de regreso y volver a pasar por la capital de Francia todo cambió.

Llevaba cerca de un mes de viaje y la tarde del 29 de septiembre hizo escala en París, antes de regresar a Madrid, allí fue recibido con abucheos por parte de los mismos que cuatro semanas antes lo jadearon y vitorearon ¿el motivo?: el discurso que ofreció durante el banquete ofrecido por el canciller Otto von Bismarck en Berlín, donde Alfonso XII se posicionó favorablemente hacia los intereses alemanes y declaró que apoyaría a este país en caso de repetirse un conflicto como la Guerra franco-prusiana de 1870-71.

Las palabras de Alfonso XII no sentaron nada bien en Francia y a lo largo de los siguientes días la prensa se dedicó a caldear el ambiente a la espera de su paso por la capital, donde se encontró un recibimiento hostil por parte de los parisinos. También cabe destacar el poco tacto y la torpeza por parte del rey de presentarse en París vestido con el uniforme prusiano, algo que encolerizó mucho más a los franceses cuando lo vieron descender de esa guisa en la estación del Norte.

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A su regreso a España la prensa se hizo eco de la desagradable experiencia del monarca y entre las muchas protestas y actos contra la Tercera República Francesa hubo uno de lo más peculiar. El ayuntamiento de la pequeña población de Líjar se reunió en pleno el 14 de octubre de 1883 y tras un alegato en el que el alcalde enaltecía la valentía y gallardía del rey y de todos los insignes patriotas que España había dado a la Historia, se decidió unánimemente declararle la guerra a la Nación Francesa.

Enviaron la resolución de forma oficial al recién nombrado Presidente del Consejo de Ministros de España (equivalente a Presidente del Gobierno) José de Posada Herrera y al Presidente de la República Francesa Jules Grévy.

Evidentemente se trató de una guerra simbólica, en la que no se realizó ni un solo disparo y ninguna de las dos partes envió ejército alguno a luchar. Pero cabe destacar que este curioso conflicto estuvo en vigor durante nada más y nada menos que cien años.

No fue hasta el 30 de octubre de 1983 cuando, de manera amistosa, se reunieron el entonces alcalde de Líjar y el cónsul de Francia en Almería y firmaron el acta de paz que puso fin a la guerra franco-lijareña.

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