La Pequeña Habana en Miami enfrenta éxodo de cubanos, presiones de inversionistas

La USA TODAY Network está lanzando una serie sobre la comunidad latina en los Estados Unidos llamada Hecho en USA, o “Made in America.” Aproximadamente el 80 por ciento de todos los latinos en el país son ciudadanos estadounidenses. Pero la cobertura de los medios de comunicación tiende a enfocar en la inmigración y el crimen, en vez de cómo los latinos viven, trabajan y aprenden en sus hogares. Hecho en USA cuenta las historias sobre los 59.9 millones de los latinos en la nación – una creciente fuerza económica y cultural, muchos de los cuales nacen cada vez más en los Estados Unidos.

MIAMI - Justo después de pasar la fila de restaurantes cubanos, más allá del parque donde cubanos pasan sus días jugando dominó, al pasar los gallos cantores y el monumento a los héroes de Bahía de Cochinos, hay una tienda de cigarros en el corazón de la Pequeña Habana.

Dentro de la Casa del Tabaco, cubanos venidos de la isla se pasan el día enrollando los puros que se han vuelto tan sinónimo de la cubanía como el ron, el béisbol y bailar salsa.

Pero la hojas de tabaco con que se enrollan en los icónicos cigarros guardan un secreto: las semillas vienen de Cuba, pero las plantas son cultivadas en Nicaragua, Ecuador y la República Dominicana. Y la tienda en sí tiene otra sorpresa: su dueño, René Díaz, tampoco es cubano. El es chileno.

Esta misma dicotomía se repite a gran escala a lo largo de la Pequeña Habana. Lo que anteriormente fue un enclave mayoritariamente cubano ha cambiado dramáticamente en los últimos años, con nuevas construcciones que amenazan con arrasar con el barrio histórico justo cuando su población se ha transformado en una mezcolanza de mexicanos, centroamericanos, suramericanos y caribeños.

Aleida Francisco and Rodolfo Amaro Beltrán, ambos cubanos, enrollan a mano cigarros en la Casa del Tabaco, en la Pequeña Habana. Los trabajadores del local son cubanos pero el dueño, René Díaz, es de Chile y quiere mantener viva la cultura de la Pequeña Habana. "Esto es lo más cerca de la cultura cubana que pueden llegar sin viajar a La Habana," dijo Diaz.

La Pequeña Habana ya no es ni siquiera la mayoría cubana. Autoridades locales estiman que apenas un tercio de los 60,000 residentes actuales del barrio son cubanos.

Díaz dice que se enfrentó con mucha resistencia por parte de los cubanos cuando entró en la industria del cigarro, y más aún cuando abrió su tienda el año pasado en el corazón de la Pequeña Habana. Pero ha dejado en claro que él busca preservar el ritmo cubano del barrio para honrar su historia. Y para asegurarse que los turistas sigan viniendo.

"Esto es lo más cerca de la cultura cubana que pueden llegar sin viajar a La Habana," dice.

La Pequeña Habana, que recibirá una nueva ola de turistas como parte de las festividades del Super Bowl LIV, es un microcosmo de los cambios en las políticas migratorias del país y de la carrera para revitalizar -o aburguesar- núcleos urbanos.

Los cubanos fueron en un momento la mayoría de los inmigrantes en Miami pero el área ha recibido en años recientes un aluvión de gente de Centroamérica y Suramérica. De la misma manera en que los mexicanos representan el mayor grupo de inmigrantes del país en general, pero los números de individuos venidos de América Central y del Sur han crecido rápidamente en los últimos años.

En 1980 había aproximadamente 354,000 centroamericanos viviendo en los Estados Unidos. Para el 2017, la cifra explotó a más de 3.5 millones, de acuerdo con el grupo independiente Migration Policy Institute, cambiando la composición de ciudades grandes y pequeñas en todo el país.

Esta tendencia se ve claramente en un tramo de tres cuadras en la histórica Calle Ocho que atraviesa la Pequeña Habana. Hay un restaurante hondureño, uno salvadoreño, uno mexicano e inclusive un restaurante colombo-nicaragüense que sirve comida de los dos países.

Marcia Romero, 58, se mudó al barrio hace 18 años desde su nativa Nicaragua porque sabía que era un lugar que acoge a los inmigrantes. En aquel momento, era todo cubano. ¿Y ahora?

"Esta es hondureña, esta es hondureña, y la familia de enfrente es salvadoreña," dice Romero, mientras señala las residencias que la rodean desde la puerta de la pequeña casa que renta junto a su hijo y su nieto. "Oh, espera, esta casa todavía es cubana."

Cuando los dueños de Mi Rinconcito Mexicano abrieron el restaurante hace 13 años, críticos cuestionaron si el local iba a poder sobrevivir en una comunidad mayormente cubana. El negocio ha florecido y ahora emplea trabajadores de Honduras, El Salvador, Nicaragua, Guatemala, México y Cuba.

"Esa es la belleza de Miami," dice Jocelyn Mendoza, la manager de Mi Rinconcito, quien es originaria de México. "La gente viene acá y adopta las tradiciones de otra gente."

Sady Guerra, 29, un trabajador de la construcción hondureño que llegó a los Estados Unidos el año pasado pidiendo asilo junto a su esposa e hija, dijo que él pensó que iba a llegar a un área dominada por cubanos. Pero al ir conociendo su nuevo vecindario, se dio cuenta de cuánto ha cambiado.

"A lo mejor es hora de cambiarle el nombre," bromeó Guerra. "La Pequeña Habana funcionaba en ese momento. Pero ahora es tan mezclado que eso ya no aplica en realidad."

El hecho de que la composición demográfica de la Pequeña Habana está cambiando representa la más reciente evolución en la historia del vecindario.

El área fue poblada primero por sureños dispuestos a tomar el riesgo de mudarse al pantanoso sur de la Florida tras la fundación de la ciudad en 1896. El vecindario luego se transformó en un enclave de judíos de clase trabajadora, en su mayoría trasplantados de Nueva York y otras ciudades del norte de los Estados Unidos.

Cuando esos residentes judíos comenzaron a prosperar, se mudaron a los nuevos suburbios construidos al oeste del Condado Miami-Dade. Ese éxodo ocurría justo al momento en que Fidel Castro tomaba el poder en Cuba en 1959, lo que provocó la huída de cientos de miles de cubanos que no querían vivir bajo el régimen comunista. Tantos terminaron en los hogares abandonados por los antiguos residentes judíos que el barrio no tardó mucho en ser conocido como la Pequeña Habana.

Residentes de la Pequeña Habana juegan dominó en el histórico Parque de Dominó.
Residentes de la Pequeña Habana juegan dominó en el histórico Parque de Dominó.

"La mesa estaba puesta para ellos," dijo Paul George, historiador del museo HistoryMiami.

Muchos de esos cubanos llegaron con las manos vacías, ya que sus posesiones habían sido confiscadas por el régimen castrista. Eso significó que el vecindario mantuvo su estatus de clase trabajadora, solo con más gente hablando español y con plátanos a la venta.

Negocios y restaurantes cubanos abrieron sus puertas, más residentes se mudaron a los edificios de dos y tres pisos que son tan frecuentes en el vecindario, y en 1963, comenzaron a jugar dominó en un parque que todavía sigue operando.

"Ese es un gran lugar de reunión para los cubanos más viejos," dice George. "Obviamente dentro de ese grupo étnico hay una camaradería tremenda, probablemente mucho más de que hay entre los americanos típicos, que son más orientados hacia los suburbios."

Pero así como los residentes judíos de la Pequeña Habana prosperaron y se mudaron, así también hicieron los cubanos. Al pasar de los años, se establecieron en mejores posiciones económicas y políticas y muchos se mudaron a zonas más acomodadas al oeste y al sur del área.

Eso dejó un vacío que rápidamente comenzó a ser llenado por inmigrantes de Centroamérica y Suramérica.

"Las comunidades son cosas orgánicas," dijo Carlos Fausto Miranda, un inversionista en bienes raíces cubanoamericano con muchos intereses en la Pequeña Habana. "Ellas cambian y evolucionan en el tiempo. La Pequeña Habana no siempre fue cubana y es menos cubana ahora, pero eso no significa que es menos cubana. No son ideas mutuamente excluyentes."

Eso explica por qué Julio Cabrera escogió la Pequeña Habana el año pasado cuando quería abrir un restaurante cubano que capturara el espíritu de los legendarios bares de la Cuba pre-castrista. El reconocido cantinero visitó posibles lugares en todas las áreas de moda del sur de la Florida pero decidió abrir "La Trova" en La Pequeña Habana porque sintió que el barrio sigue siendo la mejor encarnación de las raíces cubanas de Miami.

"Los cubanos se mudaron pero, en esencia, el alma de Cuba sigue aquí," dice Cabrera, quien nació en Cuba y emigró a los Estados Unidos hace 15 años. "Eso nunca se fue."

No está claro lo que estos cambios significan para el futuro de la Pequeña Habana, mientras los líderes locales se debaten entre la nostalgia y el lucro.

Por décadas, las autoridades de la ciudad han descuidado el área, que estuvo franca decadencia a través de los 90 y la primera década del siglo XXI. Pero la zona ha experimentado un renacimiento en la última década, con más bares y restaurantes abriendo sus puertas y autobuses dobles con turistas haciendo paradas regulares durante sus recorridos por Miami.

Construcciones a lo largo de la Calle Ocho.
Construcciones a lo largo de la Calle Ocho.

Esto atrajo el interés de inversionistas en bienes raíces. Aparte del turismo, el negocio inmobiliario es el más grande de Miami.

A un par de millas al este de la Pequeña Habana está en vecindario de Brickell, una colección de altos edificios cubiertos en vidrio que albergan condominios y oficinas. Una a una, esas torres brillantes han ido sustituyendo viejos edificios que anteriormente constituían el perfil de Brickell frente a la bahía, que hoy en día ni se parece a lo que era cuando fue utilizada en la presentación del show Miami Vice.

De hecho, muchos se preocupan por la posibilidad de que la Pequeña Habana se convierta en "Brickell West" dado que inversionistas se han lanzado a la caza de nuevas oportunidades financieras en el área.

"Nosotros no queremos desplazamientos. No queremos mover a la gente fuera de aquí," dice Juan Mullerat, cuya firma de diseño Plusurbia creó un plan maestro urbano para el vecindario el año pasado. "Necesitamos protegerlo [el barrio] tanto como podemos."

Pero para un barrio que ha recibido muy poca atención por parte de la ciudad es difícil resistir la tentación de inversionistas anhelantes. De acuerdo a Mullerat, el gobierno de la Ciudad de Miami ha realizado 23 estudios de planeamiento desde 1997 del vecindario cercano de Coconut Grove, con residentes más afluentes, condominios de lujo y restaurantes con altos precios diseñados para turistas.

Durante ese mismo período de tiempo, la ciudad ha hecho un estudio de ese tipo para la Pequeña Habana: el plan maestro que la firma de Mullerat publicó el año pasado. Y el plan no ha sido adoptado por la ciudad.

Parte del problema es que la Pequeña Habana sigue siendo un barrio de clase trabajadora, donde el 80% de las residencias son ocupadas por inquilinos y más del 87% de las propiedades disponibles para rentar cuestan menos de $1,00 al mes, según el estudio de Mullerat. Esa es una buena noticia para los residentes de la ciudad de Miami desesperados por conseguir viviendas asequibles, pero hace más difícil que los residentes se agrupen para presionar a los líderes de la ciudad para que estos consideren sus necesidades.

La histórica Calle Ocho en la Pequeña Habana fue en un tiempo un barrio predominantemente cubano, pero ha cambiado dramáticamente en años recientes debido a un rápido desarrollo y cambios demográficos. Hoy en día, la Pequeña Habana ya no es mayormente cubana, y los venidos de la isla constituyen apenas un tercio de los residentes.
La histórica Calle Ocho en la Pequeña Habana fue en un tiempo un barrio predominantemente cubano, pero ha cambiado dramáticamente en años recientes debido a un rápido desarrollo y cambios demográficos. Hoy en día, la Pequeña Habana ya no es mayormente cubana, y los venidos de la isla constituyen apenas un tercio de los residentes.

En el 2015, el National Trust for Historic Preservation, una organización sin fines de lucro basada en Washington D.C. que busca preservar sitios históricos, incluyó a la Pequeña Habana en su lista de los 11 lugares históricos bajo peligro inminente. La organización argumentó que el barrio enfrentaba "presiones para urbanizar, demolición de edificios históricos, desplazamiento de los residentes existentes y cambios en los códigos de zonificación que pueden impactar su asequibilidad, su riqueza cultural y personalidad."

Residentes dicen que esas amenazas continúan hoy en día. Por eso es que Miranda y otros inversionistas de bienes raíces locales han tratado de preservar la identidad de la Pequeña Habana por su cuenta.

"No tienes que venir aquí y demoler cuadras de la ciudad para construir nuevos negocios con Chipotles y Starbucks en el primer piso," dijo Miranda. "Estamos demostrando, y estamos probando, que la gente tiene una necesidad de autenticidad, tiene necesidad de ambientes urbanos vibrantes."

Hoy en día, la Pequeña Habana ya no es mayormente cubana, y los venidos de la isla constituyen apenas un tercio de los residentes.
Hoy en día, la Pequeña Habana ya no es mayormente cubana, y los venidos de la isla constituyen apenas un tercio de los residentes.

Bill Fuller, otro constructor local, ayudó a comenzar la revitalización de la Pequeña Habana al abrir el club nocturno Ball & Chain que fue parte integral del barrio a principios del siglo XX pero había permanecido cerrado por décadas. El tiene su oficina a una cuadra del local, desde donde opera muchos otras propiedades comerciales en el vecindario.

Y si bien él se define como capitalista y partidario del libre mercado, también dice que otros inversionistas en la región saben que sus rascacielos no tienen cabida en la Pequeña Habana.

"Yo conozco a algunos inversionistas que han construído algunas de las cosas alrededor de nosotros … y les he dicho, 'Oye, tu puedes construir donde tu quieres y yo no voy a hacerte la guerra públicamente, pero si tratas de venir a estas tres cuadras, vas a saber de mí,'" dijo Fuller.

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