Los antiguos residentes del campo de trabajo de Caldwell recuerdan la comunidad
Cuando Daniel Ozuna entró a la habitación, recordó el olor de la estufa de leƱa y las tortillas caseras que se cocinaban a las 5 de la maƱana. Recordó el trabajo agotador que Ć©l y su familia hacĆan todos los dĆas, trabajando en los campos de remolacha del suroeste de Idaho.
Ozuna, de 77 aƱos, era adolescente cuando su familia migrante vivió durante un tiempo en las barracas de vivienda para trabajadores agrĆcolas conocidas entonces como El Campo de Caldwell. Ahora, en una fresca maƱana de diciembre, Ozuna, un pastor, se encontraba en una de las unidades de vivienda de madera, una sola habitación de 225 pies cuadrados dentro de las antiguas barracas, mientras Ć©l y otros cinco ex residentes recordaban cómo era la vida allĆ hace mĆ”s de medio siglo.
Desde la década de 1940 hasta principios de la de 1970, las barracas albergaban hasta 10 personas en cada habitación durante la primavera y el verano mientras trabajaban en los campos de remolacha azucarera, cebolla y papa en el suroeste de Idaho.
Mike Dittenber, director ejecutivo de La Autoridad de Vivienda de Caldwell, reubicó una de las barracas el mes pasado, desde Idaho 55 y Middleton Road en Nampa. Ahora, el edificio estĆ” de regreso en su sitio original en Farmway Village, anteriormente conocido como el Campo de Trabajo de Caldwell, o El Campo para quienes vivĆan allĆ.
Dittenber y un grupo de antiguos residentes del campo de trabajo lideran una iniciativa para educar a la gente y llamar la atención sobre el papel que desempeƱaron las barracas en las vidas de los trabajadores migrantes, sus familias y la economĆa agrĆcola del condado de Canyon. Dittenber hizo retornar las barracas a expensas de la autoridad de vivienda para que pudiera convertirse en un centro de interpretación.
Invitados por el Idaho Statesman, Dittenber y el grupo de antiguos residentes de El Campo, que todavĆa viven cerca, se reunieron en las barracas para compartir sus historias.
La vida en el campo de trabajo
Las barracas fueron construidas en la dĆ©cada de 1940, seƱaló Dittenber. Cada edificio tenĆa seis unidades de vivienda, cada una con una puerta de entrada. Las habitaciones tenĆan unos 15 pies de cada lado, 225 pies cuadrados en total.
El campo de trabajo tenĆa 35 barracas de seis habitaciones y 47 cabaƱas de dos habitaciones, relató Dittenber. Las cabaƱas eran mĆ”s caras y a menudo alojaban a residentes permanentes. El campo de trabajo fue el hogar de 1,200 a 1,400 residentes en la primavera y el verano, dijo Dittenber.
Ozuna recuerda vivir en las barracas con 10 miembros de su familia en una de las habitaciones. DormĆa en el suelo o donde pudiera encontrar una cama disponible.
Ozuna tenĆa 14 aƱos cuando su familia se mudó a Caldwell desde Texas en la primavera para cosechar remolacha azucarera. Eran una familia trabajadora migratoria que viajó de Texas a Idaho en busca de trabajos agrĆcolas.
Los trabajadores pasaban 12 horas de cada dĆa laboral en los campos de remolacha azucarera. Luego, regresaban a sus pequeƱos hogares.
La madre de Ozuna solĆa levantarse a las 3 a.m. para empezar a hacer las tortillas. Esto se debĆa a que hacĆa calor durante el dĆa, cerca de los 100 grados la mayor parte del tiempo, recordó.
āFue un poco duro,ā dijo. āNo habĆa aire acondicionado. Todo lo que podĆamos hacer era abrir las ventanas para poder ir a dormir por la noche.ā
Las familias que vivĆan en las barracas tambiĆ©n tenĆan que caminar hasta el baƱo, las duchas y el lavadero que estaban ubicados en edificios separados. āA veces a media noche,ā contó Ozuna.
El trabajo era duro y las condiciones de vida eran arduas, pero Ozuna dijo que los otros trabajadores y sus hijos eran familia.
āEra nuestra casaā
Jeanette Archuleta-Callesen creció en El Campo. Su familia vivĆa en una de las cabaƱas de dos habitaciones. Relató que a menudo jugaba con los otros niƱos en las barracas.
āLas personas que trabajaban aquĆ y vinieron acĆ” intentaban mejorar la vida de esta generación,ā dijo Archuleta-Callesen, seƱalando a su nieta, Rose. āSus esperanzas y sus sueƱos eran mejorarse a ellos mismos y mantener a sus hijos. Trabajaron duro para llevar comida a la mesa, no solo para sus familias, sino para todos.ā
Archuleta-Callesen tenĆa 3 aƱos cuando su familia se mudó a El Campo. Su familia fue una de las primeras en vivir allĆ de tiempo completo. Trabajaba en los labrantĆos con su madre y su hermano, cosechando cebollas, papas y frutas.
āEra un trabajo duro, pero este lugar era nuestra familia, nuestro hogar,ā dijo.
Los padres de Aurelia Flores atendĆan la tiendita, el negocio del campo de trabajo. Nació en 1967 en el campamento y creció trabajando en la tienda.
Flores y Archuleta-Callesen se abrazaron cuando se vieron a principios de este mes; habĆan crecido juntas.
Antonia, la madre de Flores, era conocida por su barbacoa y los chorizos en la tienda. TambiĆ©n vendĆan productos bĆ”sicos, como leche, huevos y champĆŗ.
El Campo era un refugio en un Caldwell hostil
Barry Fujishin, propietario de Fujishin Family Cellars, una bodega en Sunnyslope cerca de Caldwell, nació en el campo laboral. Su padre consiguió trabajo cosechando remolacha azucarera después de salir de un campo de reclusión japonés en Wyoming durante la Segunda Guerra Mundial.
Durante la escasez de mano de obra en tiempos de guerra, los agricultores de Idaho estaban desesperados por obtener obreros para recoger las cosechas del estado. AsĆ que confiaron en los estadounidenses de origen japonĆ©s encarcelados en Estados Unidos. Muchos de ellos vinieron directamente de los campos de reclusión a los labrantĆos.
āCreo que nuestro paĆs les hizo algo terrible a los japoneses estadounidenses durante la guerra,ā dijo Dittenber. āY luego les pedimos que nos ayudaran con nuestra agricultura. Nos hicieron un bien.ā
El pequeƱo grupo de ex residentes de El Campo recordó que en la dĆ©cada de 1970 Caldwell era a menudo un lugar hostil para los latinos y los japoneses-estadounidenses que vivĆan en el campamento. Fujishin explicó que el campamento era un lugar acogedor para los estadounidenses de origen japonĆ©s y los latinos.
āSolo habĆa un restaurante donde yo podĆa comer en Caldwell,ā dijo. āUn restaurante que permitĆa el ingreso a japoneses estadounidenses y mexicanos.ā
Archuleta-Callesen y Ozuna recordaron los carteles, āNo se permiten mexicanos. Solo inglĆ©s.ā
Lo bueno del campamento era que las personas podĆan ser autĆ©nticas y estar rodeadas de gente que las aceptaban, dijo el grupo.
āPodĆamos hablar en espaƱol,ā dijo Ozuna.
Reubicación del edificio original
Los viejos edificios fueron retirados de Farmway Village a principios de la dĆ©cada de 1970. El edificio de las barracas reubicado ahora en Farmway Village, habĆa estado situado hasta hace poco en una propiedad sin desarrollar en Nampa.
Dittenber relató que habĆa estado pendiente del edificio, preocupado de que si el Ć”rea se fuera a desarrollar, el edificio y su historia serĆan demolidos. A principios de noviembre, Pacific Movers colocó el edificio en su ubicación original. En casa despuĆ©s de 50 aƱos.
āEste edificio representa una Ć©poca mĆ”s sencillaā, dijo Dittenber. āVivimos en una Ć©poca ahora en la que las casas se acercan al medio millón de dólares en el condado de Canyon. La vivienda es casi inalcanzable para las personas. La gente creó familias aquĆ, la gente vivió aquĆ, contribuyó a la economĆa aquĆ y tiene buenos recuerdos aquĆ ā.
Dittenber espera restaurar todas las habitaciones a lo que parecĆan en la dĆ©cada de 1940 con las literas y la estufa. TambiĆ©n espera recopilar un registro de los nombres de quienes solĆan vivir en el campo de trabajo y en las habitaciones.
āLa mayorĆa de la gente recuerda el lugar exacto donde crecieronā, dijo Dittenber. āEste lugar, cuando estaban creciendo, no es muy diferente del de los niƱos que viven aquĆ hoy. Quiero que este sea un lugar donde la gente pueda venir y reflexionar sobre de dónde venimos.ā
Translation by Clorinda Zea
āIt was our home:ā Former Caldwell labor camp residents remember their homes, community
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