¿Qué tanto nos apabulla la tecnología?

Convivimos con infinidad de dispositivos electrónicos y digitales los cuales incorporamos a nuestra vida con la ilusión de que nos soluciones inconvenientes o por lo menos que nos hagan más sencillo el trajín diario. Se nos ha hecho cotidiano y natural. Por supuesto que cada artefacto presupone el aprendizaje de su funcionamiento —evidentemente no todos se operan del mismo modo—, ¡y a cada uno se le suman aplicaciones (apps) y programas en una cantidad casi infinita!

Esta situación habitual, impone la necesidad de incorporar información técnica nueva sin cesar y el requisito ineludible de hacerlo con extrema rapidez. Todos sabemos que la tecnología evoluciona de manera vertiginosa, muta, se actualiza constantemente y con extremada rapidez. Debemos adaptarnos al mismo ritmo que impone la tecnología, y ello a veces nos exige más de lo que podemos dar.

Así es que nació una nueva variedad de estrés, como respuesta a las delicias de la era cibernética. El tecnoestrés es una “enfermedad” que padecen algunas personas que habitualmente trabajan con el ordenador, navegan por Internet, usan el teléfono móvil y tienen al alcance de su vida cotidiana cientos de aparatos tecnológicos, sin los que, nos convencimos de que casi no se puede vivir. “Hay que aprender a manejarlos, lo que lleva tiempo, y puede desencadenar más problemas de los que nos resuelve”, afirma Antonio Cano, presidente de la Sociedad Española para el Estudio de la Ansiedad y el Estrés (SEAS).

La sobrecarga de información y demanda de conocimientos para su utilización es “algo que podemos padecer todos en cualquier momento y, sobre todo, si ya estamos estresados a consecuencia de otros asuntos.

El término “tecnoestrés” aparentemente fue creado en 1984 por el psicoterapeuta estadounidense Craig Brod, en su libro “Technostress: The Human Cost of the Computer Revolution”. El autor lo define como: “una enfermedad de adaptación causada por la falta de habilidad para tratar con las nuevas tecnologías del ordenador de manera saludable”, es decir, para denominar una enfermedad causada por la incapacidad al enfrentarse a las tecnologías de un modo psicológicamente saludable.

Otros argumentan que su origen del término proviene del libro publicado en 1997 por Larry Rosen y Michelle Weil, en el que se pone de manifiesto la adicción psicológica que puede producir el uso continuado de la tecnología.

Según algunos expertos, el primer síntoma es la ansiedad que puede expresarse a través de episodios de irritabilidad o resistencia obstinada a recibir instrucciones sobre el funcionamiento de cualquier elemento tecnológico.

Una investigación que aborda la temática desde la óptica psicosocial ha estudiado la problemática de las consecuencias de la introducción de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) en la salud de las personas en el trabajo, como son los problemas musculares, dolores de cabeza, fatiga mental y física, ansiedad, temor y aburrimiento. En este marco es donde cobra importancia el término de “tecnoestrés” referido al estrés específico derivado de la introducción y uso de nuevas tecnologías en el trabajo.

Se sabe que frente a los efectos del estrés, hombres y mujeres evidencian reacciones contrapuestas, de acuerdo a la investigación llevada a cabo por los científicos. Según algunos resultados de investigaciones, los hombres desarrollan una actitud de menor empatía, y se centran mucho más en lo inmediato, lo que genera un enfriamiento de las relaciones sociales. Por el contrario, a las mujeres les sucede exactamente lo contrario. Entre las muchas que se cree que pueden incidir se encuentra la acción de la oxitocina. Esta famosa hormona conocida como “la hormona del amor”, y directamente relacionada con los comportamientos sociales, se suele encontrar en mayores cantidades en las mujeres.

Por todo ello, sea cual sea la estrategia que se utilice (individual u organizacional, centrada en el sistema social o en el técnico) se trata de que en la medida de lo posible se actúe antes de que el tecnoestrés aparezca (con medidas de prevención primaria) o, en caso de que ya esté presente, se detecte a tiempo y se actúe antes de que llegue a niveles peligrosos para la salud.

¿Conoces a alguien que le haya sucedido?